lunes, 16 de noviembre de 2015

Un pare i el seu fill vestits de dona

Mi hijo Asher tiene dos años. Para vestirle, cojo unos pantalones cortos y una camiseta del cajón, porque a él todavía le cuesta ponerse la ropa. En cambio, sí que sabe desvestirse, y lo que suele hacer es arrancarse la ropa y gritar la palabra "vestido" una y otra vez. Escala a la silla del armario y alcanza uno de los vestidos de Sydney: "Este", dice.
Así que, la mayoría de los días, mi hijo va vestido como una princesita Disney. Dejando a un lado todas las costumbres sociales, no le quedan nada mal los vestidos.

Antes me daba un poco de vergüenza que el niño llevara vestidos en público. Y no porque me preocupara de que la gente le mirara raro, sino porque no quería que pensaran que era yo quien había decidido ponerle un vestido. Como si entre mis planes estuviera el hecho de utilizar a mi hijo para romper las normas sociales, o, como me preguntó una amiga de mi madre: "¿Es que querías otra hija?"

Esto ocurrió en la fiesta de cumpleaños de la hija de una amiga. Antes de salir de casa, intenté convencer a Asher para que se cambiase de ropa. Sabía que si se presentaba con un vestido, se sucederían un montón de preguntas y opiniones y, la verdad, no me apetecía tener que responder.
Pero Asher se puso más pesado que nunca. Le entró un berrinche enorme cuando yo me decidía a meterle las piernas en unos pantalones. Las lágrimas le caían por la boca y, de repente, me di cuenta de que estaba luchando por algo en lo que ni siquiera creía. Estaba haciendo que mi hijo se sintiera mal por algo por lo que no debía avergonzarse. Así que paré. Le di un abrazo y me disculpé. Entonces, le volví a poner el vestidito lila de princesa con los zapatos brillantes de su hermana.


Artículo completo:
http://www.huffingtonpost.es/seth-menachem/mi-hijo-se-pone-vestidos-_b_5627223.HTML

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